Cuando al tío grasiento le diagnosticaron diabetes, no tenía ni familia ni trabajo. Se las arreglaba para alquilar una casa y trabajar en una empresa todos los días. Su vida carecía de pasión y metas. Como informático contratado por "Fu Bao", el 996 nunca ha sido un problema. Además de trabajar horas extras a diario, sigo trabajando horas extras.
Cuando volvía a la casa alquilada después del trabajo, lo único que quería era dormirme. Solo tenía relaciones sexuales con mi novia unas pocas veces al año, lo cual es increíble ahora que lo pienso. En la universidad, Hammer era el famoso osito de peluche humanoide del colegio.
Es raro si sabes que no tienes nada malo.
Desde que me gradué, dormir se ha convertido en un lujo, las comidas nunca han sido regulares y la comida para llevar se ha sustituido por platos caseros. Las bebidas alcohólicas han pasado a ocupar un lugar secundario en mi vida. Me han salido canas prematuras y el pelo se me ha escaso, y mi barriga está creciendo. Cuando te levantas, cada vez que te hacen un chequeo médico, lo más común es que te acuestes más despacio, comas menos fuera de casa y hagas más ejercicio. Controla tu presión arterial, tus lípidos en sangre y tu complexión. Tarde o temprano, surgirán problemas.
Cuando Hammer oyó esto, sintió un profundo desdén. Pensó para sí: «Si no trabajas, me mantienes. ¿Por qué no comes carne picada?». Piensa ahora en lo ridículo que fue. En aquel momento, si hubiera prestado atención, no lo habría entendido. Igual que ahora.
Destiny, ese viejo malvado, hizo una broma sin el consentimiento de Hammer.
Pensaba que vivir así no tenía sentido, pero el destino me jugó una mala pasada. A los treinta años, un examen físico reveló que tenía la glucosa en ayunas muy alta. Me recomendaron hacerme una prueba de tolerancia a la glucosa en el hospital. Desafortunadamente, me diagnosticaron diabetes tipo 2.
Conmoción, confusión, pérdida, ira... Las emociones estallan sin control, tal como se sienten muchas personas con diabetes al recibir el diagnóstico. Sienten que no hay luz en la vida y que los sueños que guardaban en lo más profundo de su ser se desvanecen.
Ese día, Hammer, quien en un principio pensó que nunca más derramaría lágrimas en esta vida, gritó furioso "¿Por qué, por qué?", se escondió en un rincón desierto, se acurrucó, enterró la cabeza entre las piernas y lloró desconsoladamente.
El momento más afortunado de mi vida fue conocerla.
Hammer dijo: "El momento más afortunado de mi vida fue conocerla".
Tras mi diagnóstico de diabetes, se lo confesé a mi novia al regresar a la casa de alquiler y rompimos. Ella no dijo nada, solo abrazó el martillo con fuerza. Durante un largo rato, el martillo se sintió envuelto en su cálido abrazo, y él rompió a llorar de nuevo.
Los dos simplemente se abrazaron y hablaron de todo lo que tenían juntos.
Más tarde, la novia le contó a Hammer que, sin ese incidente, los dos no habrían tenido esa larga y sincera conversación, y que tal vez no se habrían casado.
Sí, la pareja decidió poner fin a su relación a distancia y casarse.
La vida seguirá siendo dura
Tras casi medio año de adaptación y con el apoyo de su novia, Hammer finalmente superó la reticencia y la confusión iniciales, y su vida también ha experimentado algunos cambios. Su vida, antes sencilla, ahora es un poco más compleja: visitas al hospital, seguir el tratamiento activamente y controlar su nivel de azúcar en sangre. Sí, también he perdido mucho peso; vivo después de la diabetes. Gracias a ella y a mi autodisciplina, tengo aliento y esperanza.
Pero aún existen preocupaciones en la vida. Para poder hacerme chequeos médicos y conseguir medicamentos a tiempo, siempre pido permiso en la empresa para registrarme, hacer cola y recibir tratamiento médico. La situación económica general no es buena, y además estoy pasando por una crisis de la mediana edad. Hammer lo está afrontando con cautela.
Finalmente, Hammer le dijo al editor: Lo que más me preocupa ahora es cuándo podré recibir tratamiento médico, obtener recetas y comprar medicamentos en línea. Al menos no tendré que ir y venir ni pedir permiso.