Cómo afrontar la adolescencia con diabetes tipo 1: la perspectiva de un padre
En 2021, a mi hijo de 11 años le diagnosticaron diabetes tipo 1, lo que supuso un reto adicional tanto para él como para mí al entrar en la ya de por sí turbulenta etapa de la adolescencia. Además de aceptar su condición diabética, ahora se enfrenta a la tarea de controlar sus niveles de azúcar en sangre y, lo que es aún más conmovedor, a sobrellevar las complejidades de la vida adolescente con una enfermedad crónica.
Durante los partidos de baloncesto, mi hijo escondía su bomba de insulina por miedo a que lo vieran. Cuando comía fuera con sus compañeros, se retiraba al baño o a algún rincón apartado para inyectarse. Una vez, cuando sus amigos le ofrecieron dulces, volvió a casa furioso, sintiéndose ridiculizado. Periódicamente se pregunta: "¿Soy diferente a los demás?".
Cada vez que mi hijo pregunta: "¿Por qué tengo esta enfermedad?", me invade una oleada de malestar y culpa. A lo largo de nuestras conversaciones, he recalcado que, puesto que ya sucedió, debemos afrontarlo directamente. Es un acontecimiento impredecible, sin explicación alguna de por qué nos ocurrió. Debemos centrarnos en adoptar un estilo de vida más saludable, reconociendo que, efectivamente, es "un poco engorroso", pero no es consecuencia de ninguna mala acción por nuestra parte. A pesar de mis intentos por tranquilizarlo, mi hijo sigue muy consciente de su diabetes.
Poco después de que le dieran el alta del hospital, mi hijo se aficionó a los coches a escala y pasaba la mayoría de los fines de semana en casa. Al notar su retraimiento, lo apunté a talleres de psicología.
En una ocasión, cuando la instructora pidió a los participantes que se describieran, mi hijo enumeró numerosas cualidades positivas antes de susurrarle: «Estoy enfermo». Rápidamente regresó a su asiento. Tras la sesión, la profesora compartió su propia historia de «enfermedad»: una lucha contra la espondilosis lumbar que le provocaba desmayos repentinos y la desaprobación de la familia de su primer novio, lo que finalmente puso fin a su relación. Sin embargo, se negó a que su enfermedad la definiera, siguió estudiando y disfrutando de la vida, y ahora está contenta con su familia y su carrera.
Al escuchar la experiencia de su maestra, mi hijo se sorprendió, ya que la conocía bien y desconocía sus dificultades ocultas. Sin duda, su fortaleza le inspiró.
A medida que mi hijo experimentaba más resistencia al tratamiento, comencé a reflexionar. Para él, lidiar con la diabetes era, sin duda, un desafío formidable, al menos momentáneamente. Recordando mi propia adolescencia, me atormentaba mi supuesta baja estatura: usaba tacones altos sin cesar, evitaba a mis compañeros más altos y guardaba rencor de por vida por comentarios sobre mi altura. No fue hasta la universidad que acepté mi estatura, al darme cuenta de que no era excesivamente baja, simplemente no era particularmente alta. Habiendo estado obsesionada con un rasgo tan común durante años, ¿cómo podía esperar que mi hijo aceptara su diabetes de inmediato?
Reconozco que mi hijo está asimilando poco a poco su condición, un proceso que requiere tiempo y varía en cada persona. Por lo tanto, mi papel es ser su compañera incondicional, ofreciéndole una aceptación inquebrantable y fortaleciéndonos juntos frente a la diabetes.
Perspectivas de los padres sobre cómo afrontar la diabetes en adolescentes
Una psicóloga acreditada de Hefei, madre de un niño con diabetes tipo 1, comprende el arduo y emocionalmente agotador camino que supone criar a un adolescente con diabetes. Destaca la importancia de brindar apoyo compasivo y ha elaborado un "Código de Conducta para Padres sobre la Diabetes". Además del acompañamiento y la aceptación, aquí presentamos algunos enfoques y perspectivas innovadoras para afrontar la diabetes junto a su hijo:
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Evite estadísticas alarmantes: Le ha advertido repetidamente a su hijo sobre los peligros de la hiperglucemia. Él percibe su ansiedad. Hablar constantemente sobre las complicaciones solo fomentará su rebeldía.
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Evite culpar inmediatamente a alguien durante episodios de hiperglucemia: a veces, las lecturas altas no son del todo su culpa. Incluso con un control meticuloso, el azúcar en sangre puede fluctuar inexplicablemente. En lugar de preguntar "¿Por qué tienes el azúcar tan alta?" o "¿Qué hiciste mal?", busquen juntos soluciones constructivas.
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Celebra las fortalezas de tu hijo: Controlar la diabetes es una tarea ardua. Aunque no sea perfecto, lucha cada día por mantenerse sano. Reconoce su esfuerzo.
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Fomenta su independencia: Permítele gradualmente que controle su nivel de azúcar en sangre por sí solo. No quiere que le recuerdes constantemente lo que debe y no debe hacer. Confía en sus capacidades y asegúrale que siempre estarás disponible para apoyarlo cuando lo necesite.
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Empatiza con su experiencia con la diabetes: Si no padeces diabetes, quizás no comprendas del todo sus dificultades. La diabetes es injusta, incómoda y añade complejidad a la vida. Cuando necesite desahogarse o expresar su frustración, simplemente escúchalo y bríndale tu apoyo.
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Respeta su privacidad: no le cuentes a todo el mundo que tiene diabetes, sobre todo a quienes acaba de conocer. Quiere pasar desapercibido, no llamar la atención. Deja que él decida cuándo y con quién compartir su diagnóstico.
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Abandona la búsqueda de la perfección: Si bien entiendo tu preocupación, un control perfecto del azúcar en sangre es inalcanzable.
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Facilítale una vida plena: No restrinjas sus actividades debido a la diabetes; no quiere parecer frágil. Los deportes, las pijamadas, los viajes y las fiestas son posibles con la planificación y las precauciones adecuadas. Colabora para que estas experiencias sean viables y seguras.
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Evita ser la policía de la comida: Puede que ocasionalmente se dé el gusto de comer alimentos que consideres inadecuados; si intentas controlarlo al detalle, probablemente los consumirá en secreto.